Los acantilados. (LIBRE)

Se trataba de mi lugar favorito. Aquel sitio en el que las olas del mar chocaban contra las paredes de los acantilados. Ese ruido siempre me había recordado al sonido de las escopetas al disparar. Era extraño, pero a mí me tranquilizaba.
Me apoyé en un árbol y me dejé caer hasta sentarme en el suelo con la espalda apoyada en el tronco y, como siempre, llevaba mi espada conmigo.

Habia salido del castillo, sin ganas de nada, por lo que me dirigi a la playa. Sonreí a los ruidos marinos y el olor a la salitre del mar. Era uno de mis lugares favoritos. Me saqué mis zapatos y me dispuse a caminar por la arena humeda, con toda tranquilidad. Al rato de caminar, llegue a los alcantilados. Me dispuse a subir, ya que me apetecia una mejor vista de ese dia. Cuando llegue cerca de la punta, vi a una chica sentada. Me acerque a ella lentamente, cuando vi que Evelyn, la capitana.

Miré despreocupadamente hacia la chica que caminaba hacia mi dirección. Me mantuve en silencio. No la conocía de nada, pero tampoco desconfiaba de ella.

Me acerque aun mas y le sonreí con amabilidad. No la conocia mucho, pero la habia visto varias veces en la corte, hablando con la princesa.
-Buenas tardes- le dije, con mi sonrisa aun en los labios. Incliné levemente mi cabeza. -Soy la duquesa Luz Warren- agregué en modo de presentacion.

Me levanté del suelo por cortesía, aunque igualmente la duquesa tendría que agachar la cabeza para mirarme por la escasez de mi altura y asentí con la cabeza. No sabía que ella conocía mi nombre, por lo que me presente.

Buenas tardes, Duquesa. Mi nombre es Evelyn Nicholls, capitada de uno de los escuadrones de batalla de la princesa Kassandra.-Me presenté junto a una leve reverencia.

Mi sorisa se acrecento.
-Si, la conozco, señorita. Su valor en la batalla es la mayor que conozco, es un honor poder hablar con usted ahora- le dije. Mis palabras eran siceras, me fascinaba su forma de pelear.

Sonreí a medias. Era la primera vez que premiaban mi trabajo en solemnes y sinceras palabras.

Gracias, Duquesa. Es un orgullo para mí recibir esas palabras de vos.-Era difícil artícular esas palabras en mi boca, yo, que era de lo más insensible que había pisado aquel reino, pero no podía evitar ser franca con la Duquesa.

Le sonreí y me senté en un roca, cerca de donde ella habia estado.
-Es una hermosa vista, no lo cree?- le pregunté.

Sí, lo es.-Dije mientras volvía a mi sitio, ya que ahora la Duquesa se había sentado.

La miré, con una duda en mi mente.
-Me preguntaba... Donde has aprendido a pelear?- le pregunté, aunque no era esa la pregunta que exactamente queria hacerle.

Me crucé de piernas como un indio y miré a la Duquesa alzando la mirada.

Aprendí sola.-Admití.-Bueno, en realidad el odio también debería llevarse algo de mérito.-En ese instante recordé a mi familia tirada en el suelo, desangrándose e insistiéndome en que corriese todo lo rápido que me permitiesen mis piernas. La angustia. El dolor en el pecho de no notar ni siquiera la respiración porque lo latidos de mi corazón eran más mesados que mil kilos de mercurio. Sin embargo, mi rostro se mantuvo impasible.

Bajé la mirada.
-Lo comprendo... - le dije, recordando aquella primera oleada que hizo que mis padres falleciesen. Extendi una mano y un pequeño arbol salio de la nada, una manzana broto de el y la tome. El arbol volvio a desaparecer. Luego miré a la capitana.
-Disculpa mi descortesia, desea alguna fruta? Puedo volver a hacer aparecer el arbol- le comenté.

Admiré el don de la Duquesa. Parecía útil, al menos es una forma de resistencia por si un día te quedas sin sustento en medio de un viaje.

Oh... ¿podríais darme una manzana roja?-Pedí. Se me antojó derrepente.

Le sonrei con verdadero entusiasmo.
-Claro que si- dije y extendi mi mano. Un nuevo arbol crecio y de el salio una hermosa manzana roja. La saque del arbol y se la extendi a Evelyn -Espero que le agrade, señorita... Es una de las mejores- le dije. Le habia dado una de las mas deliciosas que podia llegar a crear, y en la mano que habia extendido me salio una pequeña mancha roja.
-Diablos, otra vez- susurré, mientras miraba mi mano.

Muchas gracias.-Dije agradecida mientras tomaba la manzana en mi mano izquierda. Era brillante, muy brillante y muy roja, la manzana perfecta. Me fijé en la Duquesa cuando susurró algo y miré su mano instintivamente. Fruncí el ceño, esa mancha no parecía para nada algo normal.-¿Qué os ocurre, Duquesa?

La miré.
-Nada... Solo algo que ocurre a menudo- le comenté. Era verdad, ultimamente ocurria bastante a menudo.

¿Estáis segura de que no es nada maligno?-La miré como miré a la mancha, con el ceño fruncido.-Debería veros esto un médico...

Le sonreí.
-Yo siempre he sido mi propio medico... Supongo que, con todas las guerras desatadas, jamas se sabe quien es quien en estas tierras.- le dije. Luego estiré mi otra mano, susurré algo, y una fruta salio directamente de la tierra. Era muy pequeña, color verde. La tomé y le sonrei a Evelyn.
-He aqui mi remedio- dije, para luego comer la pequeña fruta. Mi mancha se torno violeta, y luego desaparecio, solo dejando una mancha roja como un pequeño acumulamiento de sangre.

Observé todos los movimientos de Luz con detenimiento y alcé las cejas. Era impresionante.

Curioso...-Dije y me acordé de que mi manzana seguía intacta, por lo que le di un mordisco. Estaba dulce, como dije antes, era perfecta.

LE sonreí.
-Muchas gracias... Como habras notado, mi don me permite manipular las plantas y tambien crear nuevas- le comenté, mientras yo tambien comia mi manzana. -Sin embargo, ultimamente mi don ha estado fallando un poco... Es decir, funciona perfectamente, peor aparecen esas manchas... No se a que se debe, por lo que cree esa fruta para curarme las manchas-

Insisto, deberíais ir a un médico...-Volví a mirar la mano, que tenía un tenue color rojo.-Parece que esa fruta es un tipo de elixir, pero debería mirároslo un especialista.

Suspiré y miré mi mano, con aire ausente.
-Lo se, deberia ver a un medico... Pero no me preocupa tanto, no me duelen ni nada... Creo que se relaciona mas con la tierra que con una enfermedad...- le comenté.

Le dí otro mordisco a la manzana mientras escuchaba a la Duquesa.

¿A qué os referís?

-Pues, tecnicamente, mi poder se relaciona integramente con la tierra... Con el elemento de la tierra. Y toda la guerra que ha surgido, junto con la sangre derramada, hace que la tierra pierda su equilibrio natural. Creo que eso provoca que mi poder no sea exactamente como antes...- le expuse mis teorias.

¿La sangre... pudre la tierra?-Traté de entender. En ese caso podría evaporar la sangre de mis enemigos antes de que cayese al suelo.